El 10 de octubre de 1997, el
avión, que había partido de Posadas y se dirigía a Aeroparque, tuvo que desviar
su recorrido hacia Fray Bentos para eludir una tormenta, y fue entonces cuando —según
la información que arroja la caja negra— el indicador de velocidad comenzó a
bajar a un valor peligroso. Por eso, los pilotos aumentaron la potencia de los
motores sin poder elevar el nivel buscado y trataron de conectarse con la torre
de control en Ezeiza para que le autorizara el descenso. Al no recibir
respuesta, el piloto desplegó los slats
(dispositivos ubicados en las alas) para no perder sustentación, pero al
hacerlo uno de ellos se desprendió casi instantáneamente, lo que desequilibró al
avión, que terminó cayendo en picada a una velocidad de 1200 kilómetros por
hora. Al estrellarse, dejó un cráter de 70 metros de largo y 10 de profundidad,
sin rastros de ninguno de los 74 ocupantes.
La figura penal de “estrago
doloso” se aplica a quien “a sabiendas ejecutase cualquier acto que ponga en
peligro la seguridad de una nave, construcción flotante o aeronave”, y prevé
penas de hasta 25 años de prisión.
Fuentes: La
Nación y La Prensa, de 29/6/13, y Clarín, de 30/6/13.